jueves, 28 de enero de 2010

Karlitos se escribe con K de Kuleshov

Época de exámenes. Encima de mi mesa tengo unos diez temas de eso que se conoce como "Gabinetes de la Comunicación". Esa será mi próxima bala en esta Ruleta Rusa de finales de enero. Mañana el disparo tendrá forma de test con respuesta múltiple. Toda una aventura. Una vez más, sólo ante el peligro, junto a mis periodistas.


20 preguntas me esperan, y yo te lo resumo en dos.

¿Por qué siempre tengo la sensación de jugármela? ¿Qué pasa si la bala, un día de estos, me da?

No lo sé. De todas formas, si algo he aprendido en estos días es que en otra vida fui un ruso criado en San Petersburgo jugando cada tarde a la ruleta, por eso mi nombre lo escribo con K, no por rebeldía adolescente, sino en honor a Kuleshov.

Kuleshov era un maestro del cine Soviético que enseñó al mundo entero que el cerebro no percibe imágenes aisladas y que, de la misma forma que leemos palabras completas y no letra a letra, nuestro cerebro combina las imágenes que vemos seguidas para crear una sensación conjunta. Y así realizó un experimento al que hoy se le conoce como "El efecto Kuleshov" y que es materia de examen para las futuras generaciones.

Él tuvo la idea de crear tres escenas distintas, proyectadas ante tres públicos diferentes. La primera escena consistía en un plano de un plato de sopa, y después un primer plano de un reconocido actor de la época. El primer público salió admirado por la capacidad de transmitir sensación de hambre. La segunda escena era una niña en un féretro, y a continuación el mismo plano del actor. Todos dijeron que nadie reflejaba mejor la tristeza en un rostro. La tercera secuencia consistía en una chica tumbada en un diván y el primer plano del actor. Esta vez todos coincidieron de que era un genio expresando deseo.

Lo que ninguna de las audiencias sabía era que el primer plano del actor era el mismo en los tres casos y que había sido el cerebro el que había dado el sentido a los sentimientos producidos en la mezcla y no el actor con su rostro repetido.

Y ahora, sin saberlo, nado sobre el mismo efecto.

Karlitos, no tiene vidas diferentes. Karlitos es el de antes y el de hoy. Karlitos no ha cambiado. Karlitos sigue siendo el mismo. Da igual si le pones detrás de su rostro la imagen de seis copas de Brugal. Da igual si detrás de su rostro le añades dos noches en vela y más de tres resacas. No importa si le unes su cara a imágenes de pasotismo, irresponsabilidad o distancia.

En el fondo Karlitos sigue siendo el mismo- Él sigue siendo él, yo sigo siendo yo, y en mi rostro te enseño que soy ese volvía lo negro en blanco con una de sus bromas, el que inventaba nuevas formas de decir cuanto te quiero, el que bajaba la Luna diez veces por semana, el de los días de 48 horas, el de los viajes sacados de la manga y el de dar la vida por sus amigos incluso resumiendo su mundo a un Colegio o una Minipandi.

Karlitos sigue siendo ese al que si le dices venga, te dice vale....

... el problema no es tuyo ni mío. Todo está en la interpretación y en nuestros cerebros.

El culpable de todo, el efecto Kuleshov.


PD.- Este post lo inspira una tarde de no-estudio y brazos a torcer, dedicada a solucionar cosas que estaban pendientes. Al llegar a casa y sentarme delante de los apuntes apareció el efecto ante mis ojos, en la primera línea, a modo de señal. Entonces comprendí que esa tarde con sus conversaciones habían servido más y era más importante que cualquier examen. Al menos para mí.


PD2.- Si alguien no tiene claro aún el Efecto Kuleshov que vea este video. En plan Barrio Sésamo. No te acostarás sin saber una cosa más. (http://www.youtube.com/watch?v=grCPqoFwp5k)

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