Tenía sólo cinco años, pero le gustaba jugar a tener cuarenta y dos. Era un simple niño de barrio al que en su casa llamaban “El principito”...
... Lo que no cabe duda es que un niño de esta edad es una explosión de habilidades sociales que inventa cualquier excusa para jugar y, a medida que iba creciendo, su capacidad de cooperar con otros compañeros se incrementaba. Así que aprendió que si iba al frigorífico y llenaba el vaso de cerveza sería el campeón de este juego que entendía y cumplía su única regla:
- Si te portas bien y estás calladito. Te leo un cuento al acostarte. - le dijo el padre.
Después de estar callado, el tiempo que duró aquel partido, el padre medio borracho se preparaba para irse a dormir.
- ¿Y mi cuento? - preguntó el principito. - En el cole ya iba por el capítulo cuatro.
Su padre agarró el libro de Antoine de Saint-Exupéry situado en la mesilla de noche, junto a la cama. Encontró la marca y, con tal de no escucharlo para acabar cuando antes, se dispuso a leer. Carraspeó un poco y empezó a entonar como el narrador que era.
- “A los mayores les gustan las cifras. Cuando se les habla de un nuevo amigo, jamás preguntan sobre lo esencial del mismo. Nunca se les ocurre preguntar: ¿Qué tono tiene su voz? ¿Qué juegos prefiere? ¿Le gusta coleccionar mariposas? Pero en cambio preguntan: ¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre? Solamente con estos detalles creen conocerle".
Justo en ese momento, gracias a “El Principito” el señor comprendió que se había dedicado a malcriar a su hijo. Cerró el libro y pensando que el niño ya dormía comenzó a llorar.
El hijo, que aún estaba despierto, se incorporó de la cama. Se borró el resto de bigote que le quedaba, estiró su mano y con una sonrisa en la cara le dedicó a su padre:
El hijo, que aún estaba despierto, se incorporó de la cama. Se borró el resto de bigote que le quedaba, estiró su mano y con una sonrisa en la cara le dedicó a su padre:
- No llores, gracias a ti aprendí que lo esencial es invisible a los ojos.
Y así fue como aquel niño, al que llamaban “El principito”, hizo su sueño realidad. Con cinco años de edad, comprendió que ya era grande.
Pd.- Fragmento del cuento creado para el boletín Narrativa Literaria de la Universidad de La Salle de Cancún. Mi pequeño homenaje a la literatura infantil y a todos esos zorros domesticados repartidos por el mundo.
2 comentarios:
"It´s only with the heart that one can see rigthly; what´s essential is invisible to the eye"
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